El viejo jefe indio

Es frecuente la expresión, «yo es que soy así». Ciertamente, todos tenemos una forma de ser determinada por diferentes factores, pero también es cierto, que está en nuestra mano el controlarlo y cambiarlo.

Os dejo el siguiente cuento que espero que os guste.

Un viejo jefe indio estaba sentado alrededor del fuego con las gentes de su tribu, mientras se pasaban y fumaban la pipa. Era muy viejo y muy sabio. Había dirigido a su pueblo por mucho tiempo y era muy respetado. Esa noche estaba muy quieto, más quieto de lo que habitualmente estaba.

La noche iba pasando y él permanecía silencioso. La gente empezó a preguntarse y a lanzar miradas, secretamente, hacia él. Sin embargo, a nadie se le habría ocurrido interrumpir sus pensamientos. Finalmente, avanzada la noche, el viejo y sabio jefe indio empezó a hablar. Habló suavemente y todos se juntaron echándose hacia delante, para escuchar lo que iba a decir. Y les dijo:

“Dentro de mí tengo dos perros luchando. Uno es el perro del respeto, cuidado, generosidad, amor, fidelidad y buenos deseos…, el otro es el perro del orgullo, odio, rabia, rigidez, maldad y frío corazón”.

Se quedó silencioso de nuevo, mirando fijamente al fuego. Hubo un momento en el que todos se quedaron expectantes, esperando oír más todavía. Si en ese momento se hubiera estado atento, se podría haber oído ese murmullo que surge cuando las personas, en un círculo, están hablando por lo bajo, los unos con los otros. Después de un rato, el más bravo de todos ellos, preguntó con voz ronca y tranquila:

“Por favor jefe, dinos. ¿Qué perro ganará?”.

Todos permanecían silenciosos, de nuevo, mientras esperaban escuchar la respuesta del viejo y sabio jefe indio. Finalmente, el viejo y sabio jefe, levantó la cabeza del fuego, miró alrededor del círculo y exclamó:

“El que yo alimente”.

Y volvió a mirar hacia abajo otra vez, hacia el fuego, y se quedó de nuevo quieto y en silencio, con la mirada fija, sumido en sus pensamientos.

Isabel Navarro

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